Para la oración en tiempo pascual

resucitadoEs justo y necesario, Padre omnipotente,
darte gracias a Ti y tu unigénito Hijo nuestro Señor:
humillándose a sí mismo descendió
hasta encontrar al que huía y trataba de esconderse.
No para hacerle perecer, una vez encontrado,
sino para transformarle por su propia misericordia,
libre ya de las ataduras del maligno.
En esto nos hizo saber, cuando se humillaba,
que su muerte era voluntaria
y no exigida por una necesidad;
porque no es arrastrado contra su voluntad
quien humilde penetra en el camino de la humillación.
Quien sin una exigente presión es libre al descender,
tiene poder para ascender cuando quiere.

Por eso resucitó al tercer día de entre los muertos
el único que fue hallado libre entre ellos,
cumpliendo así el oráculo del profeta que dice:
“Nos llenará de vida al segundo día,
al tercero nos elevará y viviremos en su presencia”.
Conforme a esta profecía,
Jonás oculto tres días en el vientre del pez,
sale de él para que se conozca
el misterio de la Trinidad y su vida íntima
que sólo Jesucristo conocería.
Resucitó de entre los muertos
porque no estaba sujeto a la muerte
el que estaba libre de pecado;
ni la muerte podía tener cautivo
a quien no estaba atado por las deudas del trasgresor.

Se levanta de entre los muertos
el que fue a la muerte como Redentor y no como pecador.
La muerte cruel, temiendo su propia muerte,
pedía un plazo hasta su venida como Señor Omnipotente;
y asustada por el temor de su propia desaparición,
contemplaba admirada al Señor de la vida.
Temió al más fuerte al saberle inocente.
Temía como vengador
a quien no había hallado como pecador.
Porque estaba escrito:
“Muerte, seré tu muerte.
Seré tu bocado, infierno”.

Cumplidas estas cosas como lo anunciaron los profetas,
los cielos, con el ejército bienaventurado de los ángeles
y también los siervos creyentes que aún peregrinan,
junto con los serafines se alegran y dicen:
Santo…

Realmente eres santo y bendito,
Dios Padre omnipotente,
que quisiste que nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
al tomar nuestra carne, se sometiera a la muerte
para librarnos de las ataduras del pecado,
y venciendo al infierno, ya libre,
permaneciera junto a tu trono.

Al realizar esto ante Ti, Padre Santo,
proclamamos, hasta su venida,
la muerte de tu Hijo, causa de nuestra redención,
como él mismo nos mandó.
Anunciamos que murió por nosotros:
concédenos poder morir con él.
Creemos que resucitó:
concédenos vernos libres de nuestras caídas diarias.
Creemos y proclamamos que ha de venir a juicio:
concédenos una forma de vida tal
que merezcamos que su terrible venida nos sea propicia.

Te pedimos suplicantes que aceptes y bendigas esta oblación,
como aceptaste los dones del justo Abel,
el sacrificio de nuestro Padre Abraham,
y la oblación de tu sumo sacerdote Melquisedec.
Te pido descienda ahora invisiblemente tu bendición,
como descendía en otro tiempo visiblemente
sobre los sacrificios de los padres antiguos.
Suba desde este altar hasta la presencia de tu majestad,
por manos de tu ángel, el agradable perfume,
y envía el Espíritu que santifique la oblación
y los deseos del pueblo presente que la ofrece.
Para que cuantos participemos de este Cuerpo
tomemos la medicina del alma:
para sanar las heridas de nuestro corazón,
apartar de los sentimientos de nuestra alma las imágenes falsas,
arrancar de raíz los odios y los vicios,
implantar el amor eterno que cubre todos los pecados.

1 comentario en “Para la oración en tiempo pascual

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