Prefacios de Adviento

Los prefacios de la primera parte del Adviento

Los dos prefacios de la primera parte del Adviento nos resumen muy bien el sentido de este tiempo y la actitud espiritual con la que somos invitados a vivirlo.

El I nos hace ver la diferencia entre las dos Venidas de Cristo: la histórica hace dos mil años y la escatológica al final de los siglos. El III también se centra en la venida última de Cristo, en un día que será terrible y glorioso a la vez.

Prefacio I: las dos venidas de Cristo

… por Cristo nuestro Señor.

Quien al venir por vez primera

en la humildad de nuestra carne,

realizó el plan de redención trazado desde antiguo

y nos abrió el camino de la salvación.

Para que cuando venga de nuevo,

en la majestad de su gloria,

revelando así la plenitud de su obra,

podamos recibir los bienes prometidos

que ahora, en vigilante espera,

confiamos alcanzar.

Por eso con los ángeles…

Este prefacio dirige nuestra atención a la última venida de Cristo, comparándola con la histórica de hace dos mil años.

La primer venida de Cristo, en Belén,  fue “en la humildad de nuestra carne”. La segunda será “en la majestad de su gloria”.

En la primera, Cristo “realizó el plan de redención trazado desde antiguo”. En la segunda, revelará ya “la plenitud de su obra”.

En la primera  “nos abrió el camino de la salvación”. En la segunda podremos “recibir los bienes prometidos”.

Las antítesis son literariamente hermosas y poderosas en contenido. Se trata de dos momentos fuertes de una única Historia de Salvación. El elemento común es la “venida”: “al venir por vez primera”, “cuando venga de nuevo”. O sea, el “adviento”, el “advenimiento”. En el tiempo intermedio hay un proceso de crecimiento y maduración. Lo que empezó en la primera venida llegará a su plenitud en la segunda.

¿Y cuál es la actitud cristiana para estas semanas? La “vigilante espera”. “Esperanza”, porque estamos seguros de que lo que empezó se llevará a término (“confiamos alcanzar”). Y “vigilancia”, porque no sabemos cuándo se manifestará Cristo y porque es urgente realizar esta tarea de crecimiento y maduración que él nos ha encomendado.

La Eucaristía es la condensación de toda la Historia de la Salvación: en ella está siempre presente la tensión entre la primera y la segunda venida de Cristo. Recordamos y realizamos lo que él nos encomendó (“haced esto en memoria mía”), “mientras esperamos la gloriosa venida de Nuestro Señor Jesucristo”, y clamamos “ven, Señor Jesús”. Así, la misa es una celebración diaria del Adviento.

Prefacio III: Cristo, Señor y Juez de la historia

… Padre todopoderoso,

principio y fin de todo lo creado.

Tú nos has ocultado el día y la hora

en que Cristo, tu Hijo,

Señor y Juez de la historia,

aparecerá, revestido de poder y de gloria,

sobre las nubes del cielo.

En aquel día terrible y glorioso

pasará la figura de este mundo

y nacerán los cielos nuevos y la tierra nueva.

El mismo Señor que se nos mostrará entonces lleno de gloria

viene ahora a nuestro encuentro

en cada hombre y en cada acontecimiento,

para que lo recibamos en la fe

y por el amor demos testimonio

de la espera dichosa de su reino…

También este prefacio nos hace elevar la mirada al día de la manifestación final de Cristo.

 

Dios Padre es el Señor de la historia, principio y fin de todo. Él es el que ha establecido el tiempo de la plenitud en que vino su Hijo a nuestra familia humana, y el que también ha pensado cuándo será la vuelta gloriosa del mismo Jesús como Juez de vivos y muertos.

El día final será a la vez “terrible y glorioso”. El que ahora viene humilde en Belén, vendrá entonces en gloria. Y “pasará la figura de este mundo”, para dejar paso a “los cielos nuevos y la tierra nueva”.

Pero entre el ayer de Belén y el mañana de la parusía está el hoy de nuestra vida de cada día. Y aquí también “viene” Cristo Jesús  a nosotros: “viene a nuestro encuentro en cada hombre (¿hubiera sido mejor traducir “en cada persona”?) y en cada acontecimiento”. Nuestra acogida de su venida en este Adviento debe ser de fe y amor: “para que lo recibamos en la fe y por el amor demos testimonio”. El mejor testimonio de que creemos verdaderamente en el Enviado de Dios es que vivamos en la caridad y en esperanza gozosa. 

 

Los prefacios de la segunda parte del Adviento

En la segunda parte del Adviento, a partir del 17 de diciembre, son los prefacios II y IV los que –junto con las lecturas y las demás oraciones– nos ayudan a celebrar con las actitudes justas la cercanía de la Navidad.       

Prefacio II: la doble expectación de Cristo

…por Cristo nuestro Señor.

A quien todos los profetas anunciaron,

la Virgen esperó con inefable amor de Madre,

Juan lo proclamó ya próximo

y señaló después entre los hombres.

El mismo Señor nos concede ahora

prepararnos con alegría

al misterio de su nacimiento,

para encontrarnos así, cuando llegue,

velando en oración y cantando su alabanza.

Por eso con los ángeles…

El prefacio II nos ayuda a prepararnos más próximamente a la fiesta de la Navidad, presentándonos los tres personajes que más intensamente vivieron la espera de la Venida: Isaías, el Bautista y la Virgen María.

El tema fundamental de estos últimos días del Adviento –también en las lecturas– es la preparación a la Navidad. Así, el prefacio se centra en la venida histórica y su “misterio”, que celebraremos gozosamente en la Navidad.

Esos tres personajes concretan toda la espera y la acogida del Señor:

–   los profetas, en especial Isaías, que “anunciaron” su venida. En las lecturas proclamamos de nuevo su anuncio. Ciertamente es todavía actual todo el mensaje de confianza, renovación y estímulo que vibra en sus páginas, porque todavía no se ha cumplido del todo el programa de salvación que proponían;

–   la Virgen María, que le “esperó con inefable amor de Madre”. Es el mejor modelo del Adviento. La mejor maestra de la espera. Además de la fiesta de la Inmaculada, hacia el inicio del Adviento, hay un tono claramente mariano en los últimos días antes de la Navidad;

–   y por fin Juan el Bautista, que “lo proclamó ya próximo y señaló después entre los hombres”. La voz del Precursor invitando urgentemente a la conversión, al cambio de mentalidad, se hace oír repetidas veces en estos días. Y nos convoca a todos, también ahora, a la tarea de preparar los caminos del Señor.

Además de las actitudes sugeridas por estos tres personajes típicos del Adviento, este prefacio señala otras ideas muy sustanciosas:

–   es el mismo Señor el que “nos concede ahora prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento”, de modo que no somos nosotros los que nos ponemos en marcha, sino que aún en nuestra preparación, la iniciativa la tiene el mismo Señor;

–   la Natividad es el “misterio de su nacimiento” que se hace presente. No nos preparamos a una cosa pasada, sino a su “misterio”, a la actualización sacramental de la venida de Cristo, “para encontrarnos, cuando llegue…”;

–   la postura espiritual del cristiano en Adviento se completa con otros aspectos: si el primer prefacio había señalado la “vigilante espera” como la actitud justa, ahora se habla de “prepararnos con alegría”, “velando en oración”, “cantando su alabanza”. Así aparecen con fuerza las diversas dimensiones del espíritu del Adviento: una espera de la Navidad y su misterio, llena de alegría pero también de vigilancia atenta, comprometida en una preparación activa, a la vez que ambientada en la oración y en la alabanza de Dios.

El Adviento sigue siendo escuela de esperanza, una virtud fundamental para los cristianos. Como dijo el liturgista Odo Casel, “la forma de ser cristiana es el Adviento”.  

Padre Aldazabal

1 comentario en “Prefacios de Adviento

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *