Este comienzo de la IV semana del Adviento
-que ya vivimos con Adviento histórico-
lo vivimos en la compañía de la Virgen de la esperanza.
Oramos así:
Madre de todas nuestras esperanzas,
Tú que acogiste el poder del Espíritu
para dar carne a las promesas de Dios,
concédenos encarnar al Amor,
signo del Reino de Dios,
en todas las acciones de nuestra vida.
A tu Hijo, el esperado de los pueblos,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos. Amén.