Dentro de una década, en el año 2033, la Iglesia Católica estará celebrando el Gran Jubileo de la Redención con motivo de los 2000 años de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Es, por lo tanto, el bimilenario de la Eucaristía: presencia sacramental del crucificado /resucitado en la celebración y la vida de la Iglesia. Conmemorar este hecho histórico es un deber para todos los discípulos del Señor. Conviene preparar caminos que lleven a los cristianos para vivir este acontecimiento como un evento de gracia.
Ciertamente, además de los jubileos que vivimos y viviremos en España: año lebaniego (Cantabria 2023), año del Corazón de Cristo (Valladolid 2023), año de santa Eulalia (Mérida/Badajoz 2024), año de Caravaca (Cartagena/Murcia 2024), etc.
La Iglesia Católica, de manera universal, avanza en la preparación de dos grandes jubileos:
el Jubileo de la Esperanza (Roma 2025)
y el Jubileo universal de la Redención (2033).
“Durante esta década de preparación debemos comprometernos para que el misterio redentor de Cristo continúe moviendo la pastoral de la Iglesia hacia el servicio de Dios y la transformación de la sociedad”.
Oración cristiana ecuménica
(Cf. Papa Francisco, Encíclica Fratelli Tutti, n. 287)
Dios de amor,
desde la fuerza comunitaria de tu intimidad divina
derrama en nosotros el río del amor fraterno.
Danos ese amor que se reflejaba en los gestos de Jesús,
en su familia de Nazaret y en la primera comunidad cristiana.
Concede a los cristianos que vivamos el Evangelio
y podamos reconocer a Cristo en cada ser humano,
para verlo crucificado en las angustias de los abandonados
y olvidados de este mundo
y resucitado en cada hermano que se levanta.
Ven, Espíritu Santo, muéstranos tu hermosura
reflejada en todos los pueblos de la tierra,
para descubrir que todos son importantes,
que todos son necesarios, que son rostros diferentes
de la misma humanidad que amas. Amén.
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Lucernarium (Oficio vespertino) en la iglesia de san Lucas (Toledo, 17 jun ’23)
En el proceso de «cristoconformidad» personal, esta madrugada, no ha sido la primera vez en mi vida, me preguntaba por un Jesucristo humano de más de 33 años. 40, 50, 60, 63, 71 años, con el esplendor y los lastres de la edad…
Me venía a la mente, como algo mas realista, la identificación con la «humanidad» corporal de María con 63 años, o la de José con 71, mientras palpaba mi propio cuerpo. Cuerpo y espíritu son uno aquí antes de la muerte, por eso estos «tontos» pensamientos, producidos por el aviso del bimilenario. Cada día es centenario, milenario, bimilenario, trimilenario de nuestros ancestros. Y Jesucristo marcando los Tiempos, antes con las promesas y despés con los testimonios.
Me ha gustado tu comentario Eduardo. Nunca lo había pensado y resulta que hace unos días se lo escuché a un sacerdote: comentaba que podíamos decir al Señor que Él no llegó a la vejez aquí como nosotros. Sin embargo añadió que los 33 de Jesucristo se pueden considerar como el momento de mayor plenitud de una persona y que, en su mayor plenitud como hombre, se entregó hasta el extremo. ¿Nos hemos entregado nosotros? Ver las imágenes de los jóvenes en la JMJ me hace pensar en lo que les estará diciendo (y pidiendo!) el Señor. Recemos por muchos «síes» valientes, llenos de plenitud. Y, pasada la plenitud de los 33, ¿seguimos entregándonos a la voluntad de Dios, sin reservas, en lo que nos va pidiendo, acorde a nuestros 43, 50, 60, 63, 71…? Para rumiar también.