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Éste es pues el león de la tribu de Judá,
valeroso en la lucha.
Éste es el cachorro de león
que surge victorioso de la muerte.
Éste es el Cordero inmaculado
desde mucho tiempo necesario para ser inmolado.
Éste es la piedra que desecharon los constructores,
que llegó a ser después admirable,
establecida como piedra angular de la Iglesia.
Éste es el caudillo y príncipe del ejército celestial.
Éste es el Esposo y Señor de la Iglesia.
Estaba prefigurado en Noé no sólo como piloto del arca,
sino también de la Iglesia;
estaba en Abrahán como fiel culmen de la estirpe patriarcal;
en Isaac como misterio de su gloriosa inmolación;
en Jacob como inmejorable ejemplo de paciencia;
en todos los santos como plenitud de toda justicia>
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Prefigurado, prefigurado y prefigurado…
El misterio de Jesucristo, tal y como nos llega en tantas bellas oraciones, con todo su lenguaje esotérico y exotérico, no hay manera de «bucearlo» (estamos en verano junto al mar) si no somos judíos de filiación.
Lo prefiero, frente al «pietismo» mágico.
Abrazos