Cuatro ríos

«La Iglesia, a la manera del Paraíso,
contiene entre sus muros árboles cargados de frutos.
Riega los árboles con cuatro ríos,
que son los cuatro evangelios,
por medio de los cuales dispensa la gracia del bautismo
mediante una efusión celestial y saludable».
(S. Cipriano de Cartago, Epist. 73,10)

La relación de la Iglesia en España
con las comunidades cristianas del Norte de África
se puso de manifiesto ya en el s. III.

La oración a la hora de encender la luz

«Las Vísperas señalan el fin del Oficio diurno y el ocaso de la luz; a ejemplo del Antiguo Testamento es celebración solemne. Era costumbre de los antiguos ofrecer a esta hora los sacrificios y perfumar el altar con aromas e incienso (Éx 29,41); testigo de ello es aquel cantor de himnos, desempeñando el regio y sacerdotal servicio, al decir: “Suba mi oración en tu presencia, el levantar de mis manos, sacrificio vespertino” (Sal 140,2).

También en el Nuevo Testamento, a la misma hora Nuestro Señor y Salvador Jesucristo, cuando cenaban los Apóstoles, les entregó el misterio de su Cuerpo y de su Sangre, para que a la hora misma del sacrificio significase el ocaso del mundo; por lo cual, en honor y memoria de tan altos sacramentos es justo que nosotros en esas horas nos presentemos ante la mirada de Dios y cantemos, dándole el culto de nuestras oraciones, ofreciéndoles el sacrificio y, al mismo tiempo, gocemos en sus alabanzas. El oficio vesperal recibe el nombre de la estrella llamada “Vespertina”, que aparece a la puesta del sol».

(S. Isidoro, Sobre los Oficios)

Santa Teresa de Jesús

Dios y Señor nuestro, 
Tú, que enseñaste a Teresa a encontrar en Cristo la fuente de la vida verdadera,
haz que, escuchando al que es la Palabra, lleguemos a beber el agua de la vida eterna.
Tú, que diste a Teresa en Cristo libro vivo y camino de santidad,
ayúdanos a descubrir a Cristo en la oración, para que, unidos a Él,
recorramos el camino de perfección hasta la meta.
Tú, que con Cristo y el Espíritu Santo pones tu morada en cuantos te aman
y cumplen tu palabra,
 haznos cada día más sensibles a la caridad
 que se ha derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo.
Tú, que has hecho de Cristo cabeza y fundamento de la Iglesia,
haz que, enraizados en la fe y en el amor, vivamos y muramos,
como la santa del Carmelo, al servicio de la Iglesia.
Tú, que has glorificado a Cristo, sentándolo a tu derecha como nuestro mediador,
concede a nuestros hermanos difuntos que reinen con él eternamente. Amén.

 

Por la misericordia de Dios, nuestro Dios,
que es bendito y vive y todo lo gobierna
por los siglos de los siglos. R/. Amén.

***
 
Santa Madre Teresa, luz de la Iglesia santa,
enséñanos el camino de la perfección 
para que lleguemos con Cristo a las moradas eternas.
***

 

Por la Iglesia y por el mundo

Acoge, Señor, las oraciones,
que presentamos ante tu altar.
Dígnate aceptar la humildad de nuestra confesión
dado que, día y noche, pedimos con insistencia,
oh Dios, la piedad de tu gran misericordia:
por tu Iglesia católica,
para que te dignes protegerla de todo mal;
por los que nos gobiernan,
para que puedan asegurar la paz y la justicia;
por los obispos, para que, en el ejercicio de sus funciones,
se vean libres de las insidias del enemigo;
por los ministros de la Iglesia y por todo el pueblo,
para que, por tu gran misericordia, Señor,
te dignes librarlos de cualquier adversidad;
por las almas de los fieles que descansan en paz,
para que obtengan el perdón de sus pecados;
y, para que la salud acompañe a todos los vivos,
por intercesión de los santos.

 

R/. Amén.

 

Porque tú eres la vida de los que viven,
la salud de los enfermos,
y el descanso de todos los fieles difuntos
por todos los siglos de los siglos.

 

R/. Amén.(PN, dom XV cot.)

 Cada MARTES podemos rezar con oraciones como esta
-de nuestra antigua y venerable liturgia hispana-
en la Basílica de la Concepciòn de Ntra, Sra. (19 h)
en Madrid, c/ Goya 26 (Metro: Velázquez).

 

El himno «Gloria in excelsis»

Entre los ritos introductorios de las misas festivas se encuentra el <Gloria>.

 

«Algunas liturgias orientales adoptaron el poema cristológico del siglo II <Gloria in excelsis> como himno del oficio matutino.

 

Por sus dos versículos iniciales, el Rito romano lo incorporó a la celebración de Navidad…
De ahí pasó también a la Vigilia Pascual, y se extendió finalmente a las misas dominicales y festivas.

 

El Rito ambrosiano, que poseía ya el <Gloria in excelsis> como himno matutino, por influjo del rito romano, lo incorporó a las misas dominicales y festivas.

 

En cambio, el Rito galicano, al formar esa parte introductoria de la misa, en vez del <Gloria in excelsis>, adoptó el cántico de Zacarías <Benedictus>, destinado también universalmente al oficio matutino, al que dio el nombre de <Prophetia>».

 

El IV Concilio de Toledo (633) cita el <Gloria in excelsis> como ejemplo de poesía litúrgica, contra los que no admiten los himnos (can. 13). Pero no lo refiere en absoluto a la celebración eucarística.
El <Gloria in excelsis> fue introducido posteriormente en la Misa hispánica, probablemente durante la segunda mitad del siglo VII, y entonces fue asignado a las misas dominicales y festivas.

 

(Prenotandos del Misal Hisp-Moz., nn. 28s)

 

Pilar de fe en España

 

«Tú permaneces
como la columna que guiaba y sostenía
día y noche
al pueblo en el desierto»
(cf. Sab 18, 3; Ex 13, 21-22).

 

“La Virgen María realiza de la manera más perfecta la obediencia de la fe…”.
 “Durante toda su vida, y hasta su última prueba, cuando Jesús, su hijo murió en la cruz, su fe no vaciló.
María no cesó de creer en el “cumplimiento” de la palabra de Dios.
Por todo ello, la Iglesia venera en María la realización más pura de la fe”
(Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 148-149).

 

En este día de la Hispanidad
una oración por nuestra patria,
por las naciones hermanas de toda América
y, especialmente,
por el Sínodo sobre la Amazonia (6-27 oct ’19).

 

Ante el Sínodo sobre la Amazonia: <memoranda>

«Una característica peculiar de América es la existencia de una piedad popular profundamente enraizada en sus diversas naciones. Está presente en todos los niveles y sectores sociales, revistiendo una especial importancia como lugar de encuentro con Cristo para todos aquellos que con espíritu de pobreza y humildad de corazón buscan sinceramente a Dios. Las expresiones de esta piedad son numerosas:
las peregrinaciones a los santuarios de Cristo, de la Santísima Virgen y de los santos, la oración por las almas del purgatorio, el uso de sacramentales -agua, aceite, cirios…-.

 

Estas y tantas otras expresiones de la piedad popular ofrecen oportunidad para que los fieles encuentren a Cristo viviente.

 

[Hay que subrayar] la urgencia de descubrir, en las manifestaciones de la religiosidad popular, los verdaderos valores espirituales, para enriquecerlos con los elementos de la genuina doctrina católica, a fin de que esta religiosidad lleve a un compromiso sincero de conversión y a una experiencia concreta de caridad. La piedad popular, si está orientada convenientemente, contribuye también a acrecentar en los fieles la conciencia de pertenecer a la Iglesia, alimentando su fervor y ofreciendo así una respuesta válida a los actuales desafíos de la secularización.

 

Ya que en América la piedad popular es expresión de la inculturación de la fe católica y muchas de sus manifestaciones han asumido formas religiosas autóctonas, es oportuno destacar la posibilidad de sacar de ellas, con clarividente prudencia, indicaciones válidas para una mayor inculturación del Evangelio. Ello es especialmente importante entre las poblaciones indígenas, para que «las semillas del Verbo» presentes en sus culturas lleguen a su plenitud en Cristo»
(Ecclesia in America, n. 16).

 

Abrahán, padre de los creyentes

 

Mañana se celebra la memoria del santo Patriarca.
Nuestra antigua liturgia hispana,
-en el tiempo de Pascua-
dice que Jesucristo:

<Estaba prefigurado en Noé no sólo como piloto del arca,
sino también de la Iglesia;
estaba en Abrahán como fiel culmen de la estirpe patriarcal;
en Isaac como misterio de su gloriosa inmolación;
en Jacob como inmejorable ejemplo de paciencia;
en todos los santos como plenitud de toda justicia>.

***

El encuentro de Melquisedec y Abrahán
es el tema del canto de ofrendas (Sacrificium)
del III domingo del tiempo cotidiano:
Gn 14, 18-19; 13, 14-15. 18

V/. Melquisedec, rey de paz, sacerdote del Dios altísimo,
ofreció pan y vino,
y bendijo a Abrahán, diciendo:
«Bendito sea Abrahán por el Dios altísimo
creador de cielo y tierra»,
aleluya, aleluya, aleluya.

V/. El Señor dijo a Abrahán:
«Alza la vista y mira
a oriente, al sur, al norte y al oeste.
Toda la tierra que ves te la daré a ti
y a tus descendientes para siempre.»
Se marchó Abrahán
y fue a establecerse junto a la encina de Mambré, en Hebrón,
donde construyó un altar en honor del Señor.

 

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