La predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta si vivimos o no como discípulos suyos.
Redescubramos las obras de misericordia corporales:
dar de comer al hambriento,
dar de beber al sediento,
vestir al desnudo,
acoger al forastero,
asistir los enfermos,
visitar a los presos,
enterrar a los muertos.
Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales:
dar consejo al que lo necesita,
enseñar al que no sabe,
corregir al que yerra,
consolar al triste,
perdonar las ofensas,
soportar con paciencia las personas molestas,
rogar a Dios por los vivos y por los difuntos.
No podemos escapar a las palabras del Señor y en base a ellas seremos juzgados:
si dimos de comer al hambriento y de beber al sediento. Si acogimos al extranjero y vestimos al desnudo. Si dedicamos tiempo para acompañar al que estaba enfermo o prisionero (cfr Mt 25,31-45).
Igualmente se nos preguntará si ayudamos a superar la duda, que hace caer en el miedo y en ocasiones es fuente de soledad; si fuimos capaces de vencer la ignorancia en la que viven millones de personas, sobre todo los niños privados de la ayuda necesaria para ser rescatados de la pobreza; si fuimos capaces de ser cercanos a quien estaba solo y afligido; si perdonamos a quien nos ofendió y rechazamos cualquier forma de rencor o de violencia que conduce a la violencia; si tuvimos paciencia siguiendo el ejemplo de Dios que es tan paciente con nosotros; finalmente, si encomendamos al Señor en la oración nuestros hermanos y hermanas.
En cada uno de estos «más pequeños» está presente Cristo mismo>.
(Papa Francisco)
AUDICIÓN: Ad Coenam Agni (T. L. Victoria)
Este es el himno vespertino por excelencia de la Cincuentena pascual.
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«…Si tuvimos paciencia siguiendo el ejemplo de Dios que es tan paciente con nosotros.» Me encanta la imagen de Jesús resucitado caminando con los de Emáus, con tanta paciencia, y con tanto amor… aunque muchas veces no le reconocemos en nuestras vidas, siempre está a nuestro lado.