Gran parte es ya de justicia reconocerse el hombre que es malvado, para haber de someterse más humilde al poder divino por el hecho de reconocer su propia flaqueza.
Convertirse es volverse hacia Dios.
Estoy profundamente convencido de que nuestros cuerpos
deben participar en esa conversión.
La mejor forma, ciertamente, es celebrar
–sacerdotes y fieles-
dirigidos conjuntamente en la misma dirección:
hacia el Señor que viene.
No se trata, como se escucha a veces,
de celebrar de espaldas a los fieles o de frente a ellos.
Para disfrutar oyendo
y…
aprendiendo: