Esperamos a Quien ya ha llegado

 

«En los días primeros del cristianismo, los creyentes en Jesucristo se vieron forzados a hacer frente a las religiones gnósticas. No las ignoraron, sino que aceptaron el reto positivamente y aplicaron a Cristo mismo los términos utilizados para con las divinidades cósmicas. El ejemplo más claro es el famoso himno a Cristo en la carta de san Pablo a los cristianos de Colosas:

«Él [Cristo] es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura;
porque por medio de él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz» (Col 1, 15-20).

Aquellos primeros cristianos no esperaban la llegada de ninguna edad nueva cósmica.
Lo que celebraban con este himno era que la Plenitud de todas las cosas había comenzado en Cristo.
« En realidad el tiempo se ha cumplido por el hecho mismo de que Dios,
con la encarnación, se ha introducido en la historia del hombre.
La eternidad ha entrado en el tiempo:
¿qué «cumplimiento» es mayor que éste?
¿Qué otro «cumplimiento» sería posible?»».

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Hoy el calendario de Tierra Santa
celebra a san David, rey de Israel.
Él, en medio del pecado y de la gracia,
ha esperado y cantado la venida del Mesías.