El León de la tribu de Judá


Lucernario al inicio de la Eucaristía (Mons. Fco. J. Martínez, arzob. Granada)

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Cristo se ha entregado con la mansedumbre de un cordero
y ha sido resucitado con la fuerza de un león.
Esa fuerza se nos ha comunicado en el Bautismo.
En el León de la tribu de Judá reside la fortaleza
para soportar las asechanzas de aquel león, Satanás,
que ronda buscando a quien devorar.
<Nadie piense que el bautismo consiste únicamente en el perdón de los pecados y en la gracia de la adopción —como era el caso del bautismo de Juan, que confería tan sólo el perdón de los pecados—, sino que, como bien sabemos, el bautismo de Cristo no sólo nos purifica de nuestros pecados y nos otorga el don del Espíritu Santo, sino que también es tipo y signo sensible de su pasión. En este sentido exclamaba el apóstol Pablo: Cuantos en el bautismo fuimos sumergidos en Cristo Jesús fuimos sumergidos en su muerte. Por nuestro bautismo fuimos, pues, sepultados con él, para participar de su muerte>.
(San Cirilo, obispo de Jerusalem)

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AUDICIÓN.-
<El León de la tribu de Juda>:


Nuestra fortaleza en tiempo de flaqueza,
¡Resucitó!

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