Preparando el misterio de la Pasión del Señor

Con gran solemnidad celebramos hoy el inefable y gran sacramento de la pasión del Señor. En verdad, éste se nos presenta diariamente, sea cuando participamos de la mesa del altar, sea en nuestra boca y en nuestra frente; esto es debido a que, evocado continuamente por medio de los sentidos corporales, permanece siempre presente en nuestro corazón.
Pero esta solemnidad anual empuja mucho más a nuestra mente a recordar un acontecimiento tan grande, y así, aquello que hace tantos años fue cometido por la impiedad de los judíos en un preciso lugar y fue espectáculo para sus crueles ojos, ahora es mirado en el mundo entero’ con ojos de fe como si ocurriera hoy mismo.
Si entonces aquellos miraban satisfechos el resultado de su crueldad, con mayor alegría revivimos en nuestros corazones con la ayuda de la memoria aquello que con devoción creemos. Si ellos observaban con placer el fruto de su iniquidad, con cuánta más alegría recordaremos nosotros el fruto de nuestra salvación. Porque en aquel mismo acontecimiento, mientras se resaltaban las maldades que ellos cometían, venían canceladas aquellas que nosotros cometeríamos en el futuro. Por eso, mientras detestamos las infamias que se cometieron entonces, nos alegramos de que allí fueran perdonadas las nuestras. Ellos autores de iniquidad, nosotros celebradores de esta solemnidad; ellos preparados para herirle, nosotros para obedecerle; ellos miraban insultando, nosotros nos postramos adorando.

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