Antiguos calendarios recuerdan hoy el martirio
de los siete hermanos Macabeos con su madre:
un testimonio de fidelidad a la Ley de Dios y
de esperanza en la resurrección,
en la Primera Alianza.
En los momentos de persecución
el relato pone de manifiesto el valor
de una madre creyente.
Leemos 2º libros de Macabeos cap. 7.
El rey [Antíoco] mandó a la madre que aconsejara al joven que salvara su vida.
Tanto le insistieron, que ella al fin consintió en hablar a su hijo.
Se inclinó hacia él y, burlándose del cruel tirano,
dijo al hijo en su lengua materna:
«Hijo, ten piedad de mí, que te llevé nueve meses en mi seno,
que te di el pecho durante tres años, y que te he criado
y educado hasta la edad que ahora tienes.
Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra,
que veas todo lo que hay en ellos
y entiendas que de la nada Dios lo hizo todo;
y que de la misma manera creó el género humano.
No temas a este verdugo;
muéstrate digno de tus hermanos y acepta la muerte,
para que por la misericordia de Dios yo te recobre junto con ellos.
(2 Mac 7, 25ss)
***