Primer domingo de Cuaresma: ¡luchar!


El primer domingo de Cuaresma es el comienzo del venerable sacramento de la observancia cuaresmal anual.

En la misa de este día hay elementos que subrayen su importancia, por ejemplo, la procesión de entrada con el canto de las letanías de los santos.

En muchas catedrales el obispo celebra dentro de la misa del domingo primero de Cuaresma el rito de la elección o inscripción de los catecúmenos que han de ser bautizados en la Pascua (cf. FFPP 23).

El evangelio presente a «Jesucristo, que en el interior del desierto,
por otros tantos cuarenta días, venció todas las tentaciones del diablo»
(Oratio admonitionis Hisp-moz.).

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Un texto de la liturgia hispana
para rezar en este primer domingo:

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Despedida solemne del Aleluya


En la Eucaristía dominical, la última antes del tiempo de Cuaresma que comenzamos con el miércoles de ceniza, ha tenido lugar la despedida del «Aleluya» que no volvera a ser cantado hasta la Pascua .

«Aleluya en el cielo y en la tierra,                                                                                        se perpetúa en el cielo, se canta en la tierra,                                                                   allí suena siempre, aquí también fielmente;                                                                       allí, perennemente, aquí con suavidad;                                                                             allí con felicidad, aquí con concordia;                                                                            allí inefablemente, aquí con afecto;                                                                                allí sin versos, aquí con rimas.
Allí por los ángeles, aquí por todos los pueblos.

Pues, así como no solo en el cielo cantaron alabanzas los ciudadanos del cielo al nacer nuestro Señor Jesucristo sino que también en la tierra anunciaron gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad, te pedimos, Señor, que los que imitamos en la tierra el deslumbrante ministerio de esas alabanzas merezcamos compartir con aquellos la dicha de la salvación»
(Cod. Silos, Arch. Monástico, 7).

El martes será la despedida en la celebración hispana, 19 h. Basílica de la Concepción  de Madrid

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Domingo V del tiempo durante el año

El Señor va a casa de Simón Pedro y Andrés, y encuentra enferma con fiebre a la suegra de Pedro; la toma de la mano, la levanta y la mujer se cura y se pone a servir. En este episodio aparece simbólicamente toda la misión de Jesús. Jesús, viniendo del Padre, llega a la casa de la humanidad, a nuestra tierra, y encuentra una humanidad enferma, enferma de fiebre, de la fiebre de las ideologías, las idolatrías, el olvido de Dios.

El Señor nos da su mano, nos levanta y nos cura. Y lo hace en todos los siglos; nos toma de la mano con su palabra, y así disipa la niebla de las ideologías, de las idolatrías. Nos toma de la mano en los sacramentos, nos cura de la fiebre de nuestras pasiones y de nuestros pecados mediante la absolución en el sacramento de la Reconciliación. Nos da la capacidad de levantarnos, de estar de pie delante de Dios y delante de los hombres. Y precisamente con este contenido de la liturgia dominical el Señor se encuentra con nosotros, nos toma de la mano, nos levanta y nos cura siempre de nuevo con el don de su palabra, con el don de sí mismo.

También la segunda parte de este episodio es importante; esta mujer, recién curada, se pone a servirlos, dice el evangelio. Inmediatamente comienza a trabajar, a estar a disposición de los demás, y así se convierte en representación de tantas buenas mujeres, madres, abuelas, mujeres de diversas profesiones, que están disponibles, se levantan y sirven, y son el alma de la familia, el alma de la parroquia.

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