Sábado mariano en julio 

Dios de poder,
protector infatigable de tu esposa, la Iglesia,
a la que das vida con tu gracia;
te pedimos que por la piadosa intercesión
de tu Madre, Virgen gloriosa,
nos impulses a la observancia de tus mandatos
y nos concedas orar desde la tierra con corazón limpio,
como tú nos enseñas:
Padrenuestro… Amén.

(De la Misa mariana lit. hisp-moz)

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Es necesario, enseña el Papa, que la “catequesis preste una especial atención al «camino de la belleza» (via pulchritudinis). Anunciar a Cristo significa mostrar que creer en Él y seguirlo no es sólo algo verdadero y justo, sino también bello, capaz de colmar la vida de un nuevo resplandor y de un gozo profundo, aun en medio de las pruebas.

En esta línea, todas las expresiones de verdadera belleza pueden ser reconocidas como un sendero que ayuda a encontrarse con el Señor Jesús. No se trata de fomentar un relativismo estético, que pueda oscurecer el lazo inseparable entre verdad, bondad y belleza, sino de recuperar la estima de la belleza para poder llegar al corazón humano y hacer resplandecer en él la verdad y la bondad del Resucitado. Si, como dice san Agustín, nosotros no amamos sino lo que es bello, el Hijo hecho hombre, revelación de la infinita belleza, es sumamente amable, y nos atrae hacia sí con lazos de amor.

Entonces se vuelve necesario que la formación en la via pulchritudinis esté inserta en la transmisión de la fe.

Es deseable que cada Iglesia particular aliente el uso de las artes en su tarea evangelizadora, en continuidad con la riqueza del pasado, pero también en la vastedad de sus múltiples expresiones actuales, en orden a transmitir la fe en un nuevo «lenguaje parabólico».

 

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