<Con sus raíces en la Sagrada Escritura (cfr. Hech 7,54-60; Ap 6,9-11; 7,9-17)
y atestiguado con certeza desde la primera mitad del siglo II, el culto de los Santos,
en especial de los mártires, es un hecho eclesial antiquísimo.
La Iglesia, tanto en Oriente como en Occidente, siempre ha venerado a los Santos
y cuando, sobre todo en la época en que surgió el protestantismo,
se pusieron objeciones contra algunos aspectos tradicionales de este culto,
lo ha defendido con ardor,
ha ilustrado sus fundamentos teológicos, así como su relación con la doctrina de la fe,
ha regulado la praxis cultual, tanto en las expresiones litúrgicas como en las populares, y
ha subrayado el valor ejemplar del testimonio de estos insignes discípulos y discípulas
del Señor, para una vida auténticamente cristiana.
La Constitución Sacrosanctum Concilium, en el capítulo dedicado al Año litúrgico,
explica claramente el hecho eclesial y el significado de la veneración de los Santos y Beatos:
«la Iglesia introdujo en el círculo anual el recuerdo de los Mártires y de los demás Santos,
que llegados a la perfección por la multiforme gracia de Dios y habiendo ya alcanzado
la salvación eterna, cantan la perfecta alabanza a Dios en el cielo e interceden por nosotros.
Porque al celebrar el tránsito de los santos de este mundo al cielo,
la Iglesia proclama el misterio pascual cumplido en ellos, que sufrieron
y fueron glorificados con Cristo, propone a los fieles sus ejemplos,
los cuales atraen a todos por Cristo al Padre y por los méritos de los mismos
implora los beneficios divinos»>
(DPPL 208s).
Celebración eucarística del Rito Hispano-mozárabe en Granada (2022).
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