Con esperanza en la vida eterna


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Y del mismo modo que la rama de la vid plantada en tierra da fruto a su tiempo,
y el grano de trigo caído en tierra y disuelto sale después
multiplicado por el Espíritu de Dios
que todo lo abarca y lo mantiene unido,
y luego el hombre, con su habilidad, los transforma para su uso,
y al recibir las palabras consecratorias
se convierten en el alimento eucarístico del cuerpo y sangre de Cristo;
del mismo modo nuestros cuerpos, alimentados con la eucaristía,
después de ser sepultados y disueltos bajo tierra,
resucitarán a su tiempo,
por la resurrección que les otorgará aquel que es el Verbo de Dios,
para gloria de Dios Padre,
que rodea de inmortalidad a este cuerpo mortal
y da gratuitamente la incorrupción a este cuerpo corruptible,
ya que la fuerza de Dios se muestra perfecta en la debilidad.
(San Ireneo de Lion)

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