III domingo de Pascua ’24


<En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino
y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:
«Paz a vosotros».
Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu.
Y él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón?
Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona.
Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos,
como veis que yo tengo».
Dicho esto, les mostró las manos y los pies.
Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
«¿Tenéis ahí algo de comer?».
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo:
«Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros:
que era necesario que se
cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos
acerca de mí».
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y les dijo:
«Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día
y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados
a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto>.

Lc. 24, 36-48

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