La alabanza
entre la liturgia de la Palabra
y la liturgia eucarística

 

La exposición de la Misa (galicana) de clara vinculación hispana, atribuida a san Germán de París, ofrece esta catequesis sobre el Aleluya:

 

“Los Laudes, esto es, el Alleluia, los oyó cantar en los cielos Juan, en el Apocalipsis, tras la resurrección de Cristo (Apoc. 19, 1.3.4.6 Cfr. San Isidoro, De Eccl. Off. I, 13, 1).

 

De este modo, en el momento en que el Cuerpo del Señor es ocultado por el velo, Cristo desaparece tras el cielo, y la Iglesia entona, como acostumbra, el canto angélico, que contiene en sí el mencionado Alleluia.

 

Repetido por tres veces, señala las tres épocas: antes de la ley, bajo la ley y bajo la gracia” (Ps. Germán de París, Exp. Missæ, 20).

 

La aclamación aleluyática se canta en Occidente en todos los domingos y fiestas. Se suprime durante la Cuaresma. En la gran tradición occidental la despedida de esta aclamación se convertía en un rito precuaresmal. En el tiempo pascual, por otra parte, es cantada con toda solemnidad como aclamación de los redimidos por la Pascua del Cordero.

En el Rito hispano, excepto en Cuaresma, el Aleluya siempre acompaña el canto de la Comunión (cf. Salmo 33).

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