A ocho días de Navidad

Boceto de Goya para la pintura de la Anunciación del Señor

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Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel,
que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente
y en el Sinaí le diste tu ley:
ven a librarnos con el poder de tu brazo.
Adonai significa en hebreo “Señor” (cf. Ex 6,2 Judit 16,16). Esta antífona, verdadero compendio del libro del Éxodo, nos hace contemplar la Presencia (Shekiná) del Señor en la zarza revelando su Nombre a Moisés (Ex 3,2 Hech 7,30) y entregando la Ley (Torá) en el Sinaí.
El apelativo “Guía” o «Pastor» (Dux) recuerda la compañía providente en la travesía del desierto (cf. Ex 15, 12s).
El Dios que se reveló a Abrahán y a los patriarcas se revela por su Palabra (Verbum) al caudillo de Israel.
En el seno de María, celebrada hoy como Madre del Señor, madre de esperanza, esta Palabra se hace carne.

Oremos hoy, 18 de diciembre, para que el Señor
que liberó al pueblo de la esclavitud de Egipto “con brazo extendido, signos y portentos” (Deut 26, 8; Hech 7, 36) nos conceda el espíritu de inteligencia a fin de comprender el misterio divino en nuestra propia historia y experimentar que Él es nuestro Pastor, cuyo Nombre es glorioso (cf. Is 63,11ss).
El himno latino «A solis ortus«,
que cantamos en el Oficio romano de Navidad,
entró en la liturgia hispana para celebrar a la Madre de Dios
en la fiesta del día de hoy.

Para su meditación proponemos 
esta versión en nuestra lengua:

«Desde la aurora naciente
hasta la puesta de sol,
celebremos a Cristo,
el Príncipe nacido de la Virgen María.

Se ha revestido de siervo,
el supremo Hacedor del mundo
librando a la carne con la Carne,
para que no pereciera lo que Él mismo creó.

Se adentra la gracia del Cielo
en las entrañas purísimas de la Virgen
y su intimidad pasa, entonces,
a guardar un profundo secreto, que antes desconocía.

Súbitamente ese claustro purísimo,
se convierte en el Templo de Dios,
y, prestando asentimiento,
concibe a su Hijo, sin conocer varón.

La Doncella ha dado a luz
que anunció Gabriel,
al mismo que Juan, aún en el seno materno,
presintió que María llevaba consigo.

Se hace accesible la entrada de Cristo
llena de toda gracia,
pasa el rey, y permanece,
como estuvo por los siglos cerrada

El Hijo del Padre eterno
salió del seno de la Virgen,
EsposoRedentorFundador
y de su Iglesia el más grande.

Honor y gozo de la Madre
esperanza ilimitada de los fieles,
bebió la copa de la muerte
para destruir nuestro pecado.

Glorificado sea el Padre
que con tanta gloria como su Hijo,
junto con el Espíritu Paráclito
reina por todos los siglos. Amén.»

(Himnario de Silos)

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