El círculo de la corona, que no tiene principio ni fin, simboliza la eternidad de Dios, la inmortalidad del alma y la vida eterna que encontramos en Cristo.
Las ramas de los árboles de hoja perenne que componen la corona tienen sus propios significados catequéticos: el laurel significa victoria sobre la persecución y el sufrimiento;
el pino, el acebo y el tejo significan inmortalidad; y, el cedro significa fuerza y curación.
Las piñas o frutos secos que pueden decorar la corona simbolizan la vida y la resurrección.
Las naranjas hablan de la dulzura de la memoria del Señor que viene (Jesu, dulcis memoria).
Estos cítricos recuerdan el milagro del ciego, que recobró la vista tras regalar a María una naranja para saciar la sed del Niño en la huida a Egipto. Esta «florecilla» se recogió en un villancico popular.
Las ramas con bolitas rojas hacen referencia a la sangre del Señor: es la relación popular entre la Navidad y la Pascua. De ahí, la difusión del acebo como decoración de los hogares cristianos.
Las coronas decoran puertas y muros. Cuando se utilizan como centros de mesa se añaden las tradicionales velas moradas o rojas (seis o cuatro).
Por otra parte, las naranjas aparecen en las recetas de los visigodos para el Adviento.
Hoy transcribimos una de ellas: naranjas con canela y miel
Para este postre solo se necesitan tres ingredientes
y deben ser lo más frescos posibles:
naranjas, canela y miel.
Debes cortar las naranjas en rodajas, ponerlas en un plato bonito para servir en la mesa,
verter un generoso chorro de miel de naranjas y luego espolvorear con canela.
Y como alternativa puedes añadirle queso fresco o requesón.
¡Estos antiguos sabían!
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