De la <comunión de los santos> forman parte todas las personas que han puesto su esperanza en Cristo y le pertenecen por el bautismo, hayan muerto ya o vivan todavía. Puesto que somos un cuerpo en Cristo, vivimos en una comunión que abarca el cielo y la tierra.
La Iglesia es más grande y está más viva de lo que pensamos. A ella pertenecen los vivos y los muertos, ya se encuentren en un proceso de purificación o estén en la gloria de Dios. Conocidos y desconocidos, grandes santos y personas insignificantes. No podemos ayudar mutuamente sin que la muerte lo impida.
Podemos invocar a nuestros santos patronos y a nuestros santos favoritos, pero también a nuestros parientes difuntos, de quienes pensamos que ya están junto a Dios. Y, al contrario, podemos socorrer a nuestros difuntos que se encuentran en un proceso de purificación, mediante nuestras oraciones.
Todo lo que cada uno hace o sufre en y para Cristo, beneficia a todos. La conclusión inversa supone, desgraciadamente, que cada pecado daña la comunión.
La presentación del libro <Mozárabes…> antes de su inicio (26 oct ’22) en la parroquia de La Concepción (Madrid)