Pinceladas sobre el Oficio vespertino 

Lámpara en Priesca (Asturias).

 

Gracias a numerosos testimonios sabemos que, a partir del siglo IV, las Laudes y las Vísperas ya son una institución estable en todas las grandes Iglesias orientales y occidentales. Así lo testimonia, por ejemplo, san Ambrosio 

«Como cada día, yendo a la iglesia o dedicándonos a la oración en casa, comenzamos desde Dios y en él concluimos, así también el día entero de nuestra vida en la tierra y el curso de cada jornada ha de tener siempre principio en él y terminar en él» (De Abraham, II, 5, 22).

Así como las Laudes se colocan al amanecer, las Vísperas se sitúan hacia el ocaso, a la hora en que, en el templo de Jerusalén, se ofrecía el holocausto con el incienso. A aquella hora Jesús, después de su muerte en la cruz, reposaba en el sepulcro, habiéndose entregado a sí mismo al Padre por la salvación del mundo.

Las diversas Iglesias, siguiendo sus tradiciones respectivas, han organizado el Oficio divino o Liturgia de las Horas según sus propios Ritos.  

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