Celebración digna de la liturgia 

 

<Me duelen por igual los abusos de una parte y de otra en la celebración de la liturgia.
Al igual que Benedicto XVI, yo también deploro que «en muchos lugares no se celebraba de una manera fiel a las prescripciones del nuevo Misal, sino que éste llegó a entenderse como una autorización e incluso como una obligación a la creatividad».
Pero también me entristece el uso instrumental del Missale Romanum de 1962, que se caracteriza cada vez más por un rechazo creciente no sólo de la reforma litúrgica, sino del Concilio Vaticano II, con la afirmación infundada e insostenible de que ha traicionado la Tradición y la «verdadera Iglesia».
Si es cierto que el camino de la Iglesia debe entenderse en el dinamismo de la Tradición, «que deriva de los Apóstoles, progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo» (DV 8), el Concilio Vaticano II constituye la etapa más reciente de este dinamismo, en la que el episcopado católico se puso a la escucha para discernir el camino que el Espíritu indicaba a la Iglesia.
Dudar del Concilio es dudar de las propias intenciones de los Padres, que ejercieron solemnemente su potestad colegial cum Petro et sub Petro en el Concilio Ecuménico y, en definitiva, dudar del propio Espíritu Santo que guía a la Iglesia>.
Papa Francisco, 2021

 

 

Un recuerdo del Año compostelano:

«En la ciudad de León,
se ha de visitar el venerable cuerpo de San Isidoro, obispo y confesor o doctor,
quien estableció una piadosísima Regla para los clérigos de su iglesia,
infundió sus doctrinas al pueblo español
y honró a toda la santa Iglesia con sus floridos escritos».

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