Sobre la sal bendita

Platos del s. XVIII para la ofrenda de sal en las casas

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El uso de la sal como un sacramental contras las fuerzas del mal se encuentra bien atestiguado en el Ritual para sacramentos y sacramentales de la tradición hispano visigótica y mozárabe o Liber ordinum. En ese manual litúrgico lo encontramos bajo el título: 

Ordo quando sal ante altare ponitur antequam exorcizetur 

(cf. J. JANINI, Liber ordinum episcopal, 71-79). 

En el rito de exorcismo y bendición de la sal las referencias bíblicas apuntan a la acción del profeta Eliseo (cf. 2 Re 2,21) y a las mismas palabras de Jesús:

«Sois la sal de la tierra» (Mt 5,13).

Las rúbricas distinguen la orientación que debe observar el ministro cuando reza las plegarias:

-la oración de exorcismo se realiza mirando a occidente y haciendo la señal de la cruz sobre la sal;

– la bendición de la sal se hace mirando a Oriente.

La inmixtión o mezcla de la sal y el agua va acompañada de otras oraciones donde se subraya la acción del Espíritu Santo.

Las costumbres hispanas siguen la tradición de la Iglesia universal, que ve en la sal una expresión del poder divino sobre el Maligno.

La sal bendita aparece tanto al comienzo de la vida del cristiano (ritos catecumenales para el Bautismo) como al final de su camino en este mundo (las exequias); también, cada domingo: la sal era, habitualmente, mezclada con el agua al comienzo de la misa para la aspersión al pueblo.

En los hogares cristianos, hasta épocas recientes, no era raro encontrar unos cuencos destinados a custodiar la sal como signo de protección sobre la familia.

Tener esos platitos con sal bendita en nuestras casas es un signo de fe en el poder del Padre, del Hijo y del Espíritu.

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Nacimiento de la Virgen (Cantigas de santa María, Alfonso X, el Sabio)