El cántico de la Madre de Dios


El Greco, El Magnificat en la Visitación
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“El cántico de María,
el Magnificat latino, el Megalinárion bizantino (cf Lc 1, 46-55)
es a la vez el cántico de la Madre de Dios y el de la Iglesia,
cántico de la Hija de Sión y del nuevo Pueblo de Dios,
cántico de acción de gracias
por la plenitud de gracias derramadas en la Economía de la salvación,
cántico de los “pobres”
cuya esperanza ha sido colmada con el cumplimiento de las promesas
hechas a nuestros padres “en favor de Abraham y su descendencia, para siempre”” 
(Catecismo 2619). 

 

Canto de comunión hisp-moz.:
Gustate et videte (Sal 33)  

 

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El Cordero, Señor de la tierra 

«Tú eres el verdadero Cordero,
el único sin mancha,
sentado en el trono de jaspe y ágatas,
a la diestra del Padre,
nimbado por el arco iris, orlado de esmeraldas».

Del himno hispano-mozárabe Te centies mille legionum angeli 
en Hymnodia Gotica, pp. 88-89; Breviarium Gothicum, ff. 382-383.

El Antifonario «mozárabe» de León canta a Cristo
como Cordero «dominador de la tierra» (AL 43v).

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Cuatro seres delante del Trono

Con la Ascensión
se inaugura la intercesión de Cristo como Sacerdote ante el Padre
para impetrar el Espíritu Santo en favor de todos nosotros:
“Delante del Trono brilla un mar de vidrio,
cuatro seres evocando criaturas animales:  
uno tenía aspecto humano,
otro rugía como un león,
el becerro significa el sacerdocio
y otro volaba como un águila
en dirección a los astros.

Cuatro seres con seis pares de alas cada uno…
proclaman a coro sin cesar:
“Santo, Santo, Santo”
Al que era, al que es y al que vendrá.

Sentados en torno veinticuatro ancianos,
revestidos todos de túnicas blancas y coronas doradas
quemando incienso en vasos dorados
entonan salmos al son de sus cítaras”.

Del himno hispano-mozárabe Te centies mille legionum angeli 
en Hymnodia Gotica, pp. 88-89; Breviarium Gothicum, ff. 382-383.

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Aguardando, con María, la Fuerza de lo alto

Orando con María, la Madre de Jesús (cf. Hech 1, 14)

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​Oramos con la plegaria de la Iglesia:

Ven, Espíritu Creador, 
visita las almas de tus fieles 
llena con tu divina gracia, 
los corazones que creaste. 
 
Tú, a quien llamamos Paráclito, 
don de Dios Altísimo, 
fuente viva, fuego, 
caridad y espiritual unción. 
 
Tú derramas sobre nosotros los siete dones; 
Tú, dedo de la diestra del Padre;  
Tú, fiel promesa del Padre; 
que inspiras nuestras palabras. 
 

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La efusión del Espíritu

Incisión en un «cuerno de pastores»: el árbol de la vida

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Hijos somos.
¡Corramos al Padre!…
No temas que no te reciba,
pues Dios no se complace
en la perdición de los vivientes (Sab 1,13).
Cuando camines hacia Él,
te saldrá al encuentro…
te dará el ósculo,
prenda de su bondad paternal y de su amor,
y hará traer el vestido nuevo,
el anillo y las sandalias.
¿Temes encontrar recelo?
Él te restituye en tu dignidad.
¿Te acobarda el miedo al castigo?
Él te recibe con un beso.
¿Temes el reproche?
Él te prepara un magnífico banquete
(san Ambrosio, Parábola del hijo pródigo).

Las llagas gloriosas de Cristo en un escudo franciscano del s. XVI

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Ascensión: 40 días de Pascua

Cuando Jesús sube al Padre el día de hoy, no es como si fuera un astronauta que llega al lugar más alto del Universo.
Yuri Gagarin (cosmonauta soviético y primer hombre en el espacio) tuvo mucha razón cuando dijo:
Dios no se encuentra allí.
Más bien, Jesús entró en una realidad completamente diferente en su humanidad.
Por primera vez, un ser humano pudo entrar así en lo más íntimo de la Trinidad, que es el espíritu puro.
Jesús, que es a la vez Dios y hombre, el Verbo, el Hijo del Padre, se ha convertido en humano.
Este cuerpo ha sido resucitado y es una nueva creación.
Con su humanidad, el Hijo de Dios vuelve ahora al lugar de donde vino:
al corazón de la relación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Por lo tanto, el cielo se nos abre por estar unidos al cuerpo de Cristo a través del bautismo.
Por esto la carta a los Colosenses dice:
“Y darán gracias con alegría al Padre, que nos ha hecho dignos de participar de la herencia luminosa de los santos.
Porque él nos libró del poder de las tinieblas y nos hizo entrar en el Reino de su Hijo muy querido, en quien tenemos la redención y el perdón de los pecados. Porque Dios quiso que en él residiera toda la Plenitud. Por él quiso reconciliar consigo todo lo que existe en la tierra y en el cielo, restableciendo la paz por la sangre de su cruz.” (Col 1, 12-14, 19-20)
Esto significa que ya vivimos en el Padre porque Cristo habita en nosotros.
Aunque nosotros seguimos viviendo en la tierra, también estamos ya con el Padre por nuestra unión con Cristo.
Experimentamos esta realidad cuando vivimos realmente nuestra fe y la practicamos.
A través de esto, experimentamos en nuestro corazón que ya estamos en el Padre, especialmente cuando recibimos la Eucaristía.
Por eso la fiesta de la Ascensión es un increíble motivo de alegría, porque nuestra vida ya se encuentra «oculta con Cristo en Dios» (cf. Col 3,3). Al mismo tiempo, esperamos que Cristo vuelva y que extienda el Reino de Dios por todas partes.
Y, ¿qué es este Reino de Dios?
«Después de todo el Reino de Dios no es cuestión de comida o de bebida, sino de justicia, de paz y de gozo en el Espíritu Santo.» (Rom 14,17). La vida en la Iglesia es el Reino de Dios, que existe ya de forma invisible, en el cual Cristo está entronizado a la derecha del Padre, y que se extiende a través de nuestro testimonio.
Por eso debemos rezar a diario: «¡Ven, Señor Jesús!». (Ap 22,20).
Lo pedimos todos los días en la misa, cuando decimos:
«Anunciamos tu muerte. Proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!” (cf. 1 Cor 11, 26).
Por eso el ángel dice:
««Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir».» (Hechos 1,11).
Jesús vendrá de nuevo de la misma manera en que se fue, es decir, entre las nubes del cielo.
Quien dice ser el Mesías, pero no viene en las nubes del cielo, no lo es.
Cumplamos, pues, con nuestro deber: salgamos al mundo, anunciemos a Cristo y recemos:
«¡Ven, Señor Jesús!» para que Él vuelva pronto.
Por ahora, durante los días que siguen a la Ascensión, unámonos intensamente en la oración, pidiendo recibir el Espíritu Santo que Jesús nos ha prometido.
(YouCat)

Miniatura de la Ascensión en el Beatus de Fernando I (pág. 43v; s. XI).

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Tiempo de Pascua 2022 A.D.

Cyrillonas (Qürillóná, 396 c.), uno de los primeros poetas siríacos
–probablemente- sobrino de san Efrén,
pone en boca del Señor, después de acabar la cena pascual,
estas palabras:
 
“Esta será, en mi Iglesia, mi excelsa memoria; 
y, en la tierra entera, ésta será la Pascua. 
Este día será para vosotros santo, 
bendito y glorioso entre todos los días. 
en él serán consolados los que sufren, 
aliviados los oprimidos, 
redimidos los atormentados. 
En él alcanzarán la libertad los cautivos. 
En él será consagrada el agua visible del bautismo. 
En él se rejuvenecerán  
los que envejecieron en el pecado, 
se multiplicarán mis hijos sobre la tierra 
y serán llevados al cielo los hombres”. 
Recordemos la gran influencia de la Iglesia de Siria, Iglesia madre,
en la antigua Hispania, antes y después de la presencia árabe en la Península.

Génesis 1, 1 en una biblia en árabe

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En Vos confío: ¡Alfa y Omega!


“Cristo Jesús, alfa y omega…
de tu trono emanan rayos y truenos,
ante él arden siete lámparas
y allí están los siete ángeles enviados de Dios;
siete estrellas brillan a la diestra del cordero
y ante él siete candelabros de oro”.

Del himno hispano-mozárabe Te centies mille legionum angeli 
en Hymnodia Gotica, pp. 88-89; Breviarium Gothicum, ff. 382-383.


En el año jubilar de san Isidro:

AUDICIÓN:
Magne virtutis titulo. Alabemos a Isidro, egregio por la fama.
Himno I

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El «Tetramorfos»


Cruz con el Tetramorfos incisa en altar de la parroquia Ntra. Sra. del Carmen (El Plantío/Madrid)
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“Delante del Trono brilla un mar de vidrio,
cuatro seres evocando criaturas animales:   
uno tenía aspecto humano,
otro rugía como un león,
el becerro significa el sacerdocio
y otro volaba como un águila
en dirección a los astros.

Cuatro seres con seis pares de alas cada uno…
proclaman a coro sin cesar:
“Santo, Santo, Santo”
Al que era, al que es y al que vendrá.

Sentados en torno veinticuatro ancianos,
revestidos todos de túnicas blancas y coronas doradas
quemando incienso en vasos dorados
entonan salmos al son de sus cítaras”.
Del himno hispano-mozárabe Te centies mille legionum angeli 
en Hymnodia Gotica, pp. 88-89; Breviarium Gothicum, ff. 382-383.

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Catequesis sobre el tema:
<La palabra ‘tetramorfo’ etimológicamente indica una representación de cuatro elementos.
En la tradición cristiana, el profeta Ezequiel describe cuatro criaturas con cara humana y apariencia animal.
Ya en la edad media, se asocian a los cuatro evangelistas, representados alrededor de Cristo. […]
El león representa a Marcos porque su Evangelio comienza hablando de San Juan Bautista, que clama en el desierto.
Su voz es como la del león, un animal fuerte y noble, como lo será Jesús. [Otros afirman que el símbolo se debe a que Marcos inicia la presentación de Cristo en el desierto entre bestias salvajes].
El toro es Lucas porque empieza hablando del sacrificio de Zacarías a Dios y el toro es el símbolo del sacrificio, el deseo de una vida espiritual que permite al hombre triunfar por encima de las pasiones animales y obtener la paz.
El águila simboliza a Juan porque esta ave se considerada un animal sabio y clarividente, que cuando vuela mira directamente al sol, y el Evangelio de Juan es más abstracto y teológico que los demás.

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