Hoy, domingo XIX del tiempo durante el año, invocamos a Cristo:
¡Señor, sálvame!
Él se presenta como «Yo soy»: el nombre dado a Moisés en la primera alianza.
Es con nosotros, está con nosotros y nos libera.
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«Una sugerencia interesante es resaltar, sobre todo en las solemnidades litúrgicas relevantes, la proclamación de la Palabra, especialmente el Evangelio, utilizando el Evangeliario, llevado procesionalmente durante los ritos iniciales y después trasladado al ambón por el diácono o, en su defecto, por un presbítero para su proclamación.
De este modo, se ayuda al Pueblo de Dios a reconocer que «la lectura del Evangelio constituye el punto culminante de esta liturgia de la palabra».
El saludo, el anuncio inicial: «Lectura del santo evangelio…», y la aclamación final conviene cantarlos para subrayar la importancia de lo que se ha leído».
Cf. Verbum Domini, 67