Gloria en el cielo y paz en la tierra:
ángeles y pastores




Los ángeles, seres espirituales personales, son servidores y mensajeros de Dios: contemplan el rostro del Padre celeste (cf. Mt 18, 10) y atentos a la voz de su palabra hacen su voluntad (cf. Sal 103, 20). El icono de la Natividad muestra la relación de estas criaturas celestes con Cristo, el Señor.

En efecto, desde la Encarnación la vida del Verbo encarnado está rodeada de la adoración y del servicio de los ángeles. Cuando Dios introduce «a su Primogénito en el mundo, dice: «adórenle todos los ángeles de Dios»» (Hb 1, 6). Su cántico de alabanza en los campos de Belén por el nacimiento del Salvador no ha cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: «Gloria a Dios…» (Lc 2, 14). Son ángeles quienes anuncian la Buena Nueva de la Encarnación (cf. Lc 2, 8-14) como, luego, lo harán con la Resurrección (cf. Catecismo 328ss).

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«Se manifestó para morir por nosotros»

​(liturgia hispano-mozárabe)
 El pesebre

Este año, la Asociación hispano-mozárabe “Gothia” de Madrid felicita las Pascuas de Navidad con una pintura que se inscribe en la gran tradición iconográfica. En el centro de la imagen aparece el pesebre (Lc 2,7.16): es el corazón del icono de la Natividad del Señor. Únicamente el evangelista Lucas refiere el hecho: el Niño fajado y reclinado en un comedero de animales “porque no hay lugar para ellos en el aposentamiento” (Lc 2,7). El pesebre aparece como una caja rectangular dentro de una gruta. Más que un comedero parece un altar o un sepulcro donde el recién nacido yace fajado como un difunto. Unas vendas que ya están anticipando aquellas encontradas en el sepulcro vacío por Pedro, Juan y las santas mujeres (miróforas). El nacimiento está reclamando la Pascua. Como reza nuestra liturgia Gotho-hispana “el que viene, viene para morir”. Con esa “envoltura funeraria” el iconógrafo muestra que por la Encarnación Dios ha hecho suyo todo lo humano, incluida la muerte.

La identidad del Niño la revela el áureo nimbo crucífero que rodea su cabeza donde, a menudo, se escribe la inscripción griega O On (el que es): el nombre dado por Dios a Moisés. Otras veces, en los iconos figuran las letras ic xc (Jesucristo). Él es el reflejo de la luz divina, la impronta de ser de Dios, “en él estaba la vida que es la luz de los hombres” (Jn 1, 4). En este icono, el Niño es ofrecido al que lo contempla. María Virgen muestra el fruto de su maternidad.

 

Ante el nombre de Jesús…

«Ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla
en el cielo, en en la tierra y en lo profundo de la tierra» (Filp 2,10).

 

 

1.      En el cielo: la estrella de Oriente

Centrando la imagen aparece la estrella: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; a los que moraban en tierra de penumbras de muerte, una luz resplandeció sobre ellos” (Is 9,1 cf. Is 60,1ss). La estrella que condujo a los magos a Belén aparece en un arco celeste y prolongada por tres rayos, en lectura claramente trinitaria: el que nace tiene su origen en la Luz (cf. Jn 1, 4.9).

El signo de la estrella que avanza para indicar el nacimiento ya vislumbra en el relato del vidente Balaán, hijo de Beor, que bendice a Israel (Num 22-24). Una de las bendiciones es un vaticinio mesiánico: “De Jacob surge una estrella, un hombre surge de Israel” (Números 24,17). La estrella estaba relacionada con la realeza. De hecho, la traducción de este versículo al arameo, la lengua hablada por los judíos, ofrece esta versión: “surge un rey de Jacob, el Cristo de Israel será ungido” (Targum de Onquelos). Será, únicamente, el evangelio de san Mateo el que nos refiera su presencia: unos magos de Oriente, guiados por la misteriosa estrella, preguntarán por el rey de los judíos que ha nacido (cf. Mt 2, 2). Será su luz la que les lleve a reconocer a quien hay que adorar y ofrecer dones (cf. Mt 2,11). Aparece, también, en los relatos apócrifos (Pseudo Mateo, xvi; “Protoevangelio” de Santiago, xxi; etc.).

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Misa de «Inicio de Año 2019»

HOY, 2 enero, Misa en Rito Hispano-Mozárabe
de «Inicio de Año 2019».
Catedral de Ntra. Sra. de la Almudena,  19 h.

Este año, la Asociación hispano-mozárabe “Gothia” de Madrid felicita las Pascuas de Navidad e invita a la misa de comienzo de año con una lámina que se inscribe en la gran tradición iconográfica de la Natividad del Señor.

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1 enero: Santa María, Madre de Dios

En el icono de la Natividad del Señor lo primero que salta a la vista es la mediación por la que el Verbo se ha hecho carne: la Madre. “He aquí la hermosa Cordera madre del Buen Pastor”. Por medio de ella, “nuestro Dios ha nacido en la carne para otorgar al mundo su gran misericordia”. Esto ha acaecido en un lugar concreto: Belén. Y, a la santa ciudad de David se le dice: “A todos se abre el jardín de Edén. Exulta, oh Éfrata, porque en la gruta florece de la Virgen el Árbol de la vida… Comiendo de Él no moriremos”. Estos tres grandes cantos del Oriente cristiano nos ayudan a comprender el misterio de la Presencia divina (Shekiná) en medio de nosotros como uno de los nuestros. Nacido de una mujer (Gal 4,4) que es celebrada como Esperanza desde el 18 diciembre, en la antigua Iglesia de España, y, en el Rito romano, con una solemnidad como culminación de la octava de Navidad (la Madre de Dios, Theotokos).

Desde el siglo VII, en los iconos aparece María reclinada en un lecho ante el Niño fajado en un pesebre. En torno a esta imagen central –que emerge de la gruta iluminada por la luz celeste- se muestran las diversas escenas del evento natalicio. Generalmente estos episodios se muestran en tres planos pictóricos ofreciendo una visión unitaria del misterio: en el central, la gruta, la Madre y el Niño con los animales; en el superior, la estrella, montaña, ángeles, pastores y magos; en el inferior, José meditabundo, el hombre anciano vestido de pieles, el baño del Niño y los árboles.

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