<Gothia> existe para difundir la Buena Noticia de Jesús porque, la misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse. A comienzos del tercer milenio después de su venida, una mirada global a la humanidad demuestra que esta misión se halla todavía en los comienzos y que debemos comprometernos con todas nuestras energías en su servicio.
Es el Espíritu Santo quien impulsa a anunciar las grandes obras de Dios:
«Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe: Y ¡ay de mi si no predicara el Evangelio!» (1 Cor 9, 16). Cf. RM 1
«Legados del papa Alejandro II impusieron la sustitución del antiguo Rito por el Rito romano en el monasterio de San Juan de la Peña (1071).
(Prenotandos del Misal Hisp-Moz, nn. 13s)
«La Iglesia, a la manera del Paraíso,
contiene entre sus muros árboles cargados de frutos.
Riega los árboles con cuatro ríos,
que son los cuatro evangelios,
por medio de los cuales dispensa la gracia del bautismo
mediante una efusión celestial y saludable».
(S. Cipriano de Cartago, Epist. 73,10)
La relación de la Iglesia en España
con las comunidades cristianas del Norte de África
se puso de manifiesto ya en el s. III.
«Las Vísperas señalan el fin del Oficio diurno y el ocaso de la luz; a ejemplo del Antiguo Testamento es celebración solemne. Era costumbre de los antiguos ofrecer a esta hora los sacrificios y perfumar el altar con aromas e incienso (Éx 29,41); testigo de ello es aquel cantor de himnos, desempeñando el regio y sacerdotal servicio, al decir: “Suba mi oración en tu presencia, el levantar de mis manos, sacrificio vespertino” (Sal 140,2).
También en el Nuevo Testamento, a la misma hora Nuestro Señor y Salvador Jesucristo, cuando cenaban los Apóstoles, les entregó el misterio de su Cuerpo y de su Sangre, para que a la hora misma del sacrificio significase el ocaso del mundo; por lo cual, en honor y memoria de tan altos sacramentos es justo que nosotros en esas horas nos presentemos ante la mirada de Dios y cantemos, dándole el culto de nuestras oraciones, ofreciéndoles el sacrificio y, al mismo tiempo, gocemos en sus alabanzas. El oficio vesperal recibe el nombre de la estrella llamada “Vespertina”, que aparece a la puesta del sol».
(S. Isidoro, Sobre los Oficios)
Por la misericordia de Dios, nuestro Dios,
que es bendito y vive y todo lo gobierna
por los siglos de los siglos. R/. Amén.
R/. Amén.(PN, dom XV cot.)