«Los siete dones que Dios da, a su Madre los dio ya.»
«Los siete dones que Dios da, a su Madre los dio ya.»
“Nosotros, que sabemos por la celebración de cada martes lo que es volverse hacia el Señor y caminar sin ver, guiados en esperanza, a la voz profética del diácono, “oídos atentos al Señor”, no perdamos ahora la dirección del corazón. El Papa decía el Domingo de Ramos:
“No nos perdamos en lo insignificante”.
Así debe ser, tantas cosas que creíamos importantes vemos ahora que eran insignificantes, tantas que creíamos tan valiosas, tan necesarias, se manifiestan ahora como pequeñas y sin mayor trascendencia… y, a cambio, aprendemos que nuestra vida es una ofrenda, hasta haciendo las cosas más pequeñas, si estas son para bien de todos, mirando al prójimo, como es ahora quedarse en casa. De una forma tan pequeña, podemos ser sacerdotes y ofrendas, podemos glorificar a Dios sin dudarlo. Perseveremos así: no nos desanimemos ahora, no cambiemos el plan. Pensemos en el bien de todos. Aprovechemos estos días para evaluar el proceso que vamos haciendo, el proceso interior. No contemos solamente días, enfermos, sanos… contemos lo que se va moviendo en nuestro corazón, lo que vamos pensando, lo que oramos, lo que estamos dispuestos a cambiar, en lo que estábamos errados:
¿qué es verdaderamente necesario?
¿Cuántas conversaciones o discusiones absurdas veo ahora que me sobran?
¿Cuántas palabras o juicios ofensivos o vanos?
¿Cómo miro a los demás?
¿No los veo más cerca?”
“Al final, las mujeres «abrazaron los pies» de Jesús (Mt 28,9),
aquellos pies que habían hecho un largo camino
para venir a nuestro encuentro, incluso entrando y saliendo del sepulcro.
Abrazaron los pies que pisaron la muerte y abrieron el camino de la esperanza.
Nosotros, peregrinos en busca de esperanza, hoy nos aferramos a Ti, Jesús Resucitado.
Le damos la espalda a la muerte y te abrimos el corazón a Ti, que eres la Vida”.
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Hoy, martes, no podremos celebrar juntos
la Misa en Rito hispano
estamos en comunión.
Oramos escuchando:
Stella splendens in monte
Ut solis radium
Miraculis serrato,
Exaudi populum.
La liturgia hispana ha sido denominada «isidoriana».
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Sugerencias para pensar y actuar:
¿Conoces donde estaba su catedral en Sevilla?
¿Has peregrinado a su sepulcro en León?
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«La noche de Pascua “conquistamos” un derecho fundamental, que no nos será arrebatado: el derecho a la esperanza; es una esperanza nueva, viva, que viene de Dios.
No es un mero optimismo, no es una palmadita en la espalda o unas palabras de ánimo de circunstancia, con una sonrisa pasajera. No. Es un don del Cielo, que no podíamos alcanzar por nosotros mismos: “Todo irá bien”, decimos constantemente estas semanas, aferrándonos a la belleza de nuestra humanidad y haciendo salir del corazón palabras de ánimo.
Pero, con el pasar de los días y el crecer de los temores, hasta la esperanza más intrépida puede evaporarse.
La esperanza de Jesús es distinta, infunde en el corazón la certeza de que Dios conduce todo hacia el bien, porque incluso hace salir de la tumba la vida».
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Tal día como hoy, en el año 387,
en Milán, Ambrosio bautizaba a Agustín.
Ambos, con san Jerónimo, san Gregorio
y san Isidoro
serían los grandes Padres
de la Iglesia de Occidente.
“Aprovechemos este tiempo para ir cambiando de mentalidad, aprovechemos la ayuda del Espíritu de la Pascua para unirnos cada día más al Señor, en la paradoja de que nos veamos menos y no podamos celebrar juntos…
Un día celebraremos juntos, pero mientras nos acercamos al altar, no dejemos de mirar al Señor, de llorar nuestros pecados, hasta el día en el que nuestra salvación, nuestra verdadera redención, sellen nuestros labios mientras volvemos a llorar, entonces de alegría.
La “Homilía sobre la Pascua” (Peri Pascha) del obispo Melitón de Sardes es un texto catequético sobre la Pascua del s. II. Este antiquísimo texto refleja la teología pascual de los cuatrodecimanos: aquellos cristianos que celebraban la santa Pascua el mismo día que los judíos, el 14 del mes de Nisán. La Homilía es un comentario, de corte sapiencial, del cap. 12 del libro del Éxodo (texto que proclamamos en la misa del Jueves santo, en el Rito romano del Misal de Pablo VI).
El autor presenta la pascua judía como <figura> de una realidad futura y la pascua cristiana cumplida en Cristo, verdadero Cordero de sacrificio agradable a Dios.
A pesar de su importancia y belleza ha sido un texto desconocido hasta el s. XX, Fue descubierto en 1936 por C. Bonner y se difunde en español gracias a la publicación de Ibañez-Mendoza en 1975. En el epílogo Cristo se manifiesta al lector/oyente provocando una hermosa confesión de fe:
“Soy Yo vuestro perdón;
soy la Pascua de la salvación;
yo el cordero inmolado por vosotros,
soy vuestra agua lustral,
vuestra vida,
vuestra resurrección,
vuestra luz,
vuestra salvación
y vuestro rey…