<<¿Quién se atreverá a callar
con ocasión de la venida del Espíritu Santo,
cuando a través de tus Apóstoles
las lenguas todas de la gentilidad están hablando?
¿Quién podrá describir de qué admirable modo en este día,
con las lenguas de fuego
fue distribuido a los discípulos
el conocimiento de todas las lenguas del mundo,
de modo que, hablando el latino con el hebreo,
el griego con el egipcio, el escita con el indio,
mientras cada uno habla su lengua entiende la del otro?
Pero el mayor y el más necesario significado
de este divino don,
es que, al descender sobre las cabezas de los discípulos
en forma de lenguas de fuego,
manifiesta que en los corazones de los creyentes
no había de caber las disonancias ni las tibiezas;
sino que los predicadores de tu palabra
habían de ser unánimes en el entender y fervientes en la caridad
¡Oh fuego, que fecundas abrasando!>>
Los siete dones del Espíritu:
1. Sabiduría
2. Entendimiento
3. Consejo
4. Fortaleza
5. Ciencia
6. Piedad
7. Temor de Dios
Los doce frutos:
1. Amor
2. Alegría
3. Paz
4. Paciencia
5. Longanimidad
6. Bondad
7. Benignidad
8. Mansedumbre
9. Fe
10. Modestia
11. Continencia
12. Castidad
«La graciosa revelación de tu Santo Espíritu,
que vino a nosotros pasadas las siete semanas
desde la gloriosa resurrección de tu Hijo
muestra que, aunque sea septiforme,
consiste en la suma de todas las virtudes,
concordantes en un solo acto.
Estas son, sin duda,
las siete gradas de tu templo,
por las que se sube al reino de los cielos.
Este es el año quincuagésimo de la indulgencia
que en otro tiempo se predicaba en leyes figurativas.
Este es el fruto de las mieses nuevas,
que hoy se manda ofrecer [en la antigua alianza].
Porque, aunque sea eterno, anterior a los siglos,
para nosotros es nuevo cuando se manifiesta».
En la Antigua Alianza, los Profetas anunciaron
que el Espíritu del Señor reposaría sobre el Mesías esperado
y sobre todo el pueblo mesiánico.
Toda la vida y la misión de Jesús se desarrollan
en una total comunión con el Espíritu Santo.
Los Apóstoles reciben el Espíritu Santo en Pentecostés
y anuncian «las maravillas de Dios» (Hch 2, 11).
Comunican a los nuevos bautizados,
mediante la imposición de las manos,
el don del mismo Espíritu.
A lo largo de los siglos, la Iglesia ha seguido viviendo del Espíritu
y comunicándolo a sus hijos.
Al segundo sacramento se le llama Confirmación
porque confirma y refuerza la gracia bautismal.
Se llama, también, Crismación,
puesto que un rito esencial de este sacramento
es la unción con el Santo Crisma
(en las Iglesias Orientales, unción con el Santo Myron).
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MISA DE PENTECOSTES
Ordo Canticorum:
Introito: SPIRITUS DOMINI. Modo VIII
Kyrie: Misa “Lux et Origo”. Modo VIII
Gloria: Del Antifonario de León. s. X
Salmo Responsorial: ENVÍA TU ESPÍRITU, SEÑOR. P. L. Galdeano (OSB)
Secuencia: VENI, SANCTE SPIRITUS. Modo VIII. Alter. Con polif. de O. Ravanello
Alleluia: ALLELUIA. VENI, SANCTE SPIRITUS. Modo VIII
Ofertorio: VENI, SANCTE SPIRITUS. J. Berthier. Con verso
Sanctus: Misa “Lux et Origo”. Modo IV
Agnus Dei: Misa “Lux et Origo”. Modo IV
Comunión: FACTUS EST REPENTE, con vers. EXSURGAT DEUS. Modo VII
O SACRUM CONVIVIUM. Modo V. – Polifonía de R. Remondi
Canto final: REGINA CAELI. Modo VI (tono sencillo), con coda polifónica
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Tratad a los demás
como queráis que ellos os traten a vosotros.
(Mt 7, 12)
El primer sacramento de la Iniciación
recibe, ante todo, el nombre de Bautismo,
en razón del rito central con el cual se celebra:
bautizar significa «sumergir» en el agua;
quien recibe el Bautismo es sumergido en la muerte de Cristo
y resucita con Él «como una nueva criatura» (2 Co 5, 17).
Se llama también
«baño de regeneración y renovación en el Espíritu Santo» (Tt 3, 5),
e «iluminación»,
porque el bautizado se convierte en «hijo de la luz» (Ef 5, 8).
Prefiguración bíblica
En la Antigua Alianza se encuentran varias prefiguraciones del
Bautismo: el agua, fuente de vida y de muerte; el arca de Noé, que salva
por medio del agua; el paso del Mar Rojo, que libera al pueblo de Israel
de la esclavitud de Egipto; el paso del Jordán, que hace entrar a Israel
en la tierra prometida, imagen de la vida eterna.
Estas prefiguraciones del Bautismo las cumple Jesucristo, el cual,
al comienzo de su vida pública, se hace bautizar por Juan Bautista en el
Jordán; levantado en la Cruz, de su costado abierto brotan sangre y
agua, signos del Bautismo y de la Eucaristía, y después de su Resurrección
confía a los Apóstoles esta misión: «Id y haced discípulos de todos
los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo» (Mt 28, 19).